“Nunca más volveré a mentir, lo prometo” Pinocho
Los padres tienen que entender que los hijos les contarán mentiras durante toda la vida. Es así. Ahora bien, tienen que estar atentos a los diferentes momentos evolutivos, y a la cualidad y cantidad de estas mentiras, así como a qué motivaciones obedecen.
Hay diversos autores que consideran que desde el punto de vista del desarrollo infantil, las mentiras infantiles son todo un hito.
Niños que mienten según la edad
Entre los 2 y los 5 años los niños empiezan a decir mentiras. Es una etapa en la que se desarrollan las capacidades simbólicas, el razonamiento y la fantasía. En estas edades, y poco a poco, aprenden que su mundo interno y el de las otras personas son cosas diferentes, y se convierten en seres individualizados, es decir, abandonan paulatinamente el egocentrismo infantil y se abren a la comprensión del mundo interpersonal.
En este periodo las mentiras pueden tener relación con su mundo imaginario. Son fabulaciones. Estos niños que mienten están ensayando la diferencia entre la realidad y la fantasía. Estas mentiras son inofensivas y fáciles de descubrir. También pueden mentir para evitar consecuencias negativas. El típico “yo no he sido”… Tampoco entienden muy bien que cuando mienten están haciendo algo moralmente reprobable.
A partir de los 6 años, aproximadamente, ya entienden las normas sociales. Empiezan a distinguir lo que está bien y lo que está mal. Descubrir a un hijo en una mentira puede ser una excelente ocasión para indagar en las razones, y explicarle lo que significa la pérdida de confianza.
A partir de los 11 o 12 años, la mentira infantil ya es más compeja. Se inicia el paso a la preadolescencia, y entran en juego la afirmación y la búsqueda de autonomía, que estarán muy presentes a lo largo de toda la adolescencia.
La mentira no es una cuestión del todo o nada. Todos contamos mentiras, por muchas razones, y los niños que mienten también tienen las suyas. Lo pueden hacer por imitación, para complacernos, para evitar un castigo, para proteger a alguien o a sí mismos, para evitar la vergüenza, para mantener la intimidad, para ganarse la admiración de los demás…
Por tanto, hace falta ir más allá del simple hecho de la mentira, y indagar en sus razones. Será preocupante si las mentiras infantiles se convierten en habituales, o se vuelven la forma de comunicación preponderante.
Bibliografía:
Marcelli, D., De Ajuriaguerra, J. (1996). Psicopatología del niño. Barcelona: Masson.